Del peligro de la Intervencíon americana
¡Madre mía Guadalupana,
échame tu bendición,
yo ya me voy a la guerra,
ya viene la Intervención!
Con gusto daré mi sangre,
te lo juro, madre amada,
por no ver nuestra bandera
de otra nación pisoteada.
¡Oh hermosa Guadalupana,
prenda sagrada y querida!
No permitas que el extraño
venga a quitarnos la vida.
¡Qué linda es nuestra bandera!
Compañeros, a pelear,
ya el enemigo está cerca,
ya se oye el clarín sonar.
Verde, blanco y colorado
contra barras va jugando.
No te aplomes, compañero,
que les estamos ganado.
En su tierra, los hermanos
todos est;an pronunciados,
a ver qué suerte corremos,
vamos a tirar los dados.
Si acaso creen que los indios
ya todos se han acabado,
sobran unos pellejitos
para entrarle al embolado.
¡Madre mía Guadalupe,
Tú me has de favorecer,
para no rendir las armas
hasta morir o vencer!
Si ellos son muy poderosos
en armas y municiones,
nosotros tenemos piedras
y muchisimos calzones.
Si fuera una cosa justa
lo que ellos vienen peleando;
pero esto no puede ser,
porque nos esán robando.
Ya la mitad del terreno
les vendió el traidor Santa Anna,
con lo que se ha hecho muy rica
la nación americana.
Qué ¿acaso no se conforman
con el oro de las minas?
Ustedes muy elegantes
y aquí nosotros en ruinas.
Todavía quieren perjuicios
buscarle a nuestra nación,
la verdad que si se meten
los hacemos chicharròn.
Confórmense con ser ricos
y tener muchos millones,
porque para gobernarnos
les faltan muchas razones.
-—Lo hemos de ver y no creer—,
les dijo Doroteo Arango,
cuando por primera vez
les mandó a chupar su mango.
Ahora sí ya, compañeros,
¡muera la guerra intestina!
Bautizaremos un gringo,
ya búsquenle su madrina.
Pues nosotros, por la buena,
señores, los respetamos,
porque gocen de placeres,
mucha plata les botamos.
Si acaso se vanaglorian
que nos dan ilustración,
es como dijo el inditoÑ
-—Arreglado a mi tostón.
Búsquenle por otro lado,
ya no sean tan ambiciosos,
porque aquí no nos sobraron
más que reatas de los pozos.
El petróleo se acabó,
se lo consumieron todo.
Caminen por lo parejo,
no se atasquen en el lodo.
Todo el mundo ya lo sabe
que han sido muy malos jueces.
No le hagan al ruido de uñas,
ahí están los japoneses.
Esas Islas Filipinas
que también se adjudicaron,
eso, no vayan a creer
que sus dueños lo olvidaron.
En fin, son muy poderosos,
pero el rico también muereñ
pues aquí se hace en la tierra
nada más lo que Dios quiere.
¡Viva Hidalgo! ¡Viva Juárez!,
les diré de despedida,
que supieron dar su sangre
por nuestra patria querida.
Si acaso muero en campaña,
échame tu bendición,
madre mía Guadalupana,
te llevo en el corazón.